TEMPUS FUGIT

Hola querido hermano.

Parece que hace siglos me dijiste, en tu última misiva, que no tenías noticias mías.

El silencio me envolvió con su oscuro manto, mis enemigos hicieron del acallar mis palabras, mi vida se volvió  un devenir entre las sombras,  una escasa llama en un mundo lleno de nuevas y resplandecientes luces que como estrellas inundan de brillantez el cielo y luego desparecen como cometas  fugaces.

Querido hermano he preferido que mi luz, si alguna vez la tuve, estuviera apagada esperando nuevos amaneceres, mis palabras esperaron nuevos días, nuevas vidas que alumbrar o , tal vez, que vivir.

Mi querido Asdrúbal, todavía resuenan en mis recuerdos las alabanzas de aquellos que vitoreaban mis hazañas, que decían que era el salvador de Cartago, que era el sendero de sus vidas. Aquellas lisonjas que enturbiaron mi mente ahora resuena vacías, me ha costado entender que sólo eran palabras vanas y huecas. Como dijo aquel sabio «las victorias nadan entre padres y las derrotas son huérfanas», éstas martillean mi mente y me hace recordar la futilidad de las personas y de sus falsos aplausos.

Siempre me recriminaste que alabara a algunos de nuestros enemigos en los cuales vi más nobleza que en los que se decían ser mis amigos.

Querido hermano, soy el más vil de los humanos, pues no supe ver a las personas que importan, los años me han abierto los ojos, la pérfida juventud ha dejado paso a la cauta madurez. Tardé tiempo en reconocer que aquellos que adulaban mis oídos sólo lo hacían en virtud de mi posición , esperando que mi magnánima mano, como decían, los tocara. Cuanta estupidez llenaba mi alma en aquella época, me dejé llevar por loores y falsos cumplidos.

En estos días de madurez comprendo , querido hermano, tus sabias e incomprendidas palabras, por mi parte, que me decías, cuanta razón llevabas y llevas.

Mi querido y sabio hermano te menosprecie,  el tiempo hace que mis palabras se vuelvan contra mi, cosa que en el fondo me alegra,  pues aunque me cueste reconocer , siempre tuviste razón, «supe ganar batallas pero nunca supe ganar una guerra».

Pensé que la vida era una carrera de velocidad cuando en realidad es una de fondo, quemé mis fuerzas en los primeros pasos y me olvidé que quedaban muchos caminos que andar, di todo por todos en los primeros pasos y no supe ver que me quedaba mucho por recorrer.

Hoy en mi exilio, después que aquellos que me vitoreaban orquestaron mi caída, con Antioco veo que sigues teniendo razón, el Persa en lugar de atender mis consejos se deja llevar por los que le ríen sus gracias , pone mal gesto ante mis recomendaciones, se vanagloria de sus escasos aciertos, aunque estos hayan sido inducidos por mi siempre se atribuye un mérito que no es de él.

Cuan fatuos son, creyendo que su posición los da las entendederas que no poseen.

 

Como dijo aquel sabio, «ni pagado ni agradecido», no obstante en mi fuero interno sé que aunque me deje llevar por mi fama siempre fui honorable, nunca me podrán reprochar que fui malvado, como dijo Escipión, el más noble de mis adversarios , «Aníbal es el más grande y noble adversario  que tuve el honor de combatir».

Siempre en mi mente mi querido hermano.

Hasta la próxima mi querido Asdrúbal.

 

 

 

 

 

 

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